No había pasado demasiado tiempo, desde que estuvimos en Solvang, pueblecito Danés de la costa oeste Americana, en el que nos prometimos que tarde o temprano teníamos que visitar Copenhague.
Dicho y hecho, por fin estábamos en Copenhague.
Para llegar hasta Copenhague, tuvimos que coger un vuelo de Bilbao a Frankfurt y otro de Frankfurt a Copenhague, la verdad es que no sabemos si por las ganas o qué, pero el viaje no se nos hizo largo.
Una vez llegados al aeropuerto, una cosa que nos gustó mucho y que a la vez fue comodísima, era que en el mismo aeropuerto estaba la estación de tren que nos llevó hasta la estación central.
Junto a la recogida de maletas, había expendedores donde se compraban los billetes del tren y mediante un ascensor llegabas hasta el andén, como ya hemos dicho, la verdad es que fue muy cómodo.
Estación central
Copenhague nos dio la bienvenida nevando y ya de noche, así que nos costo un poco llegar hasta el hotel a pesar de estar muy cerca de la estación, ya que ir con las maletas, llenos de nieve y mirando el mapa, no fue demasiado fácil, aunque a pesar del esfuerzo ver como estaba todo de nieve nos alegro más si cabe.
Teníamos reservado el hotel previamente por Internet para 5 noches, la verdad es que la ubicación del mismo en un primer momento, no nos gustó demasiado, ya que parecía una zona un poco oscura y no muy segura, aunque según fueron avanzando los días, nuestra opinión cambió radicalmente, de hecho si volviésemos de nuevo, iríamos al mismo hotel, ya que aunque no era ni muy lujoso ni muy grande, tenia un desayuno espectacular, estaba limpio y muy bien ubicado, y en cuanto al precio no era nada caro, si comparamos con los precios de la ciudad. Muy buena calidad precio.
Una vez dejamos las maletas, aunque ya era un poco tarde y hacia 0ºc, nos fuimos a dar una pequeña vuelta, hasta el ayuntamiento y disfrutar de la pequeña nevada que estaba cayendo.
Por delante teníamos 4 días completos de viaje, de los cuales dos íbamos a utilizar para conocer Copenhague y otros dos para los alrededores, ya que al no ser una ciudad demasiado grande, con dos días si no todo, teníamos tiempo para conocer lo más representativo de la ciudad. Así que nos fuimos a dormir.
Tras un sueño reparador y tomar un buen desayuno, con especialidades locales, como yogures caseros, quesos, embutidos y panes buenísimos etc, nos fuimos a conocer Copenhague.
Copenhague, es de esas ciudades que al no ser demasiado grande es posible y aconsejable visitarla andando, así que a ello nos pusimos.
Desde nuestro hotel en dirección al centro, lo primero que vimos fue el parque de atracciones de Tivoli, un parque de mas de 170 años de antigüedad de no más de una manzana de tamaño, pero que está en el corazón de todos los habitantes de Copenhague por el significado que tiene para ellos. Por el frío que hacía, que rondaban los -2ºC decidimos no entrar.
Parque de atracciones de Tivoli
Junto al Tivoli, se encontraba la plaza del ayuntamiento Rådhuspladsen, centro neurálgico de la ciudad. El ayuntamiento era un edificio que se podía visitar por dentro y contemplar unas magníficas vistas desde su torre, pero tuvimos mala suerte, ya que estuvo cerrado los días que estuvimos allí. En el centro de la fachada del ayuntamiento estaba la imagen del obispo Absolon, fundador de la ciudad.
Ayuntamiento
Desde el ayuntamiento nos fuimos en dirección al puerto por la calle Strøget, la más comercial de la ciudad, la cual estaba llena de tiendas y tenía muy buen ambiente.
Cerca de Kongens Nytorv estaba Nyhavn, una de las zonas más visitadas, conocidas y con más ambiente de la ciudad, ya que estaba llena de restaurantes. A lo largo del muelle todo eran casitas de colores. A pesar de ser una zona preciosa, totalmente reformada y segura, hace unos años atrás era una zona no demasiado visitable en el que vivía gente de no demasiada buena reputación. Lugar en el que también estuvo viviendo durante unos años el famoso escritor H.C Andersen.
Nyhavn
Desde Nyhavn era posible coger los barcos que te llevaban bien a la isla de Amager, así como a recorrer los canales de la ciudad.
Vista desde Nyhavn
Desde Nyhavn nos fuimos hasta el Palacio de Amalienborg, donde vivía la familia real, lo curioso es que eraposible acceder hasta la mismísima puerta del palacio. En la plaza del palacio a diario a eso de las 12 se hacia el bonito cambio de guardia, aunque como era todavía muy pronto lo dejamos para el siguiente día.
Desde el palacio había unas vistas inmejorables del edificio de la nueva Ópera.
Palacio de Amalienborg
La nueva Opera
Siguiendo por el muelle, nos pasó una cosa curiosa, y es que vimos unos buques militares impresionantes y cuál fue nuestra sorpresa cuando uno de los militares nos saludó en castellano, resulta que eran españoles, y el barco era el Álvaro de Bazan, menuda aventura llegar desde España hasta Dinamarca en barco.
Para aplacar un poco el frío, visitamos la Frederiks Kirke, conocida como la iglesia de mármol, que está cerca del palacio de Amalienborn y lo mas curioso es su cúpula.
Desde aquí nos fuimos un poco más hacia el centro, donde visitamos el pequeño castillo de Rosenborg, aunque no entramos, ya que habia una exposición de las joyas de la corona. La verdad es que era impresionante ver el castillo en medio de la ciudad rodeado de preciosos y cuidados jardines
Una vez visitados los alrededores y aprovechar para comer algo nos adentramos de nuevo entre calles, hasta encontrarnos con la Rudentaarn, una torre circular del siglo XVII, desde la que había unas impresionantes vistas de la ciudad previo pago de la entrada así que subimos, lo curioso de la torre es que para subir se hacia a través de una rampa interior en la que no había escaleras, como anécdota comentar que el zar de Rusia Pedro el Grande subió la torre a caballo y su consorte lo hizo en un carro de caballos.
Desde aquí volvimos a la calle Strøget, a la plaza Amagertorv la cual estaba llena de terrazas, que a pesar del frío estaban llenas, eso sí, todos tenían su correspondiente manta.
Desde aquí y para acabar el día nos fuimos al barrio de Christianshavn, donde está la conocida zona de Cristiania, aunque esto lo dejamos para el siguiente. Nos dimos una vuelta y en cuanto anocheció nos fuimos para el hotel.
Tras un paseíllo entre los edificios que componían las sedes de las autoridades, nos fuimos hacia Christianshavn, con la idea de ver Christiania.
Como despedida, comentar que de la visita a Copenhague vinimos encantados, de echo fue uno de los lugares de los que con más pena nos fuimos, por eso os recomendamos que la visitéis, ya que os aseguramos que no os vais a arrepentir
Tras esta visita, siguiendo paralelos al mar, nos fuimos en busca de la archiconocida sirenita, el monumento por excelencia de Copenhague. Comentar que si encontráis algún momento donde no haya nadie fotografiándose con ella aprovechar, ya que es cosa rara. A pesar de la fama comentar, que el monumento no es nada del otro mundo y de tamaño, más bien es pequeña.
Fuente de Gengión
La Sirenita
Siguiendo por el muelle, nos pasó una cosa curiosa, y es que vimos unos buques militares impresionantes y cuál fue nuestra sorpresa cuando uno de los militares nos saludó en castellano, resulta que eran españoles, y el barco era el Álvaro de Bazan, menuda aventura llegar desde España hasta Dinamarca en barco.
Tras la anécdota nos fuimos hasta el Kastellet, la cual era una antigua fortaleza militar, en la cual todavía se pueden ver la caballerizas, así como pasear por el interior del recinto el cual estuvo amurallado. La verdad es que a pesar de que el día en cuanto a visita estaba siendo muy bonito, en lo que se refiere al tiempo, no demasiado, ya que aunque ni llovía ni nevaba, hacia un frío insoportable.
Parque nevado
Acceso al Kastellet
Para aplacar un poco el frío, visitamos la Frederiks Kirke, conocida como la iglesia de mármol, que está cerca del palacio de Amalienborn y lo mas curioso es su cúpula.
Iglesia de Frederiks
Desde aquí nos fuimos un poco más hacia el centro, donde visitamos el pequeño castillo de Rosenborg, aunque no entramos, ya que habia una exposición de las joyas de la corona. La verdad es que era impresionante ver el castillo en medio de la ciudad rodeado de preciosos y cuidados jardines
Castillo de Rosenborg
Parque del Castillo de Rosenborg
Estatua de H.C Andersen
Una vez visitados los alrededores y aprovechar para comer algo nos adentramos de nuevo entre calles, hasta encontrarnos con la Rudentaarn, una torre circular del siglo XVII, desde la que había unas impresionantes vistas de la ciudad previo pago de la entrada así que subimos, lo curioso de la torre es que para subir se hacia a través de una rampa interior en la que no había escaleras, como anécdota comentar que el zar de Rusia Pedro el Grande subió la torre a caballo y su consorte lo hizo en un carro de caballos.
Rudentaarn
Vista de la ciudad desde lo alto de la torre Rudentaarn
Desde aquí volvimos a la calle Strøget, a la plaza Amagertorv la cual estaba llena de terrazas, que a pesar del frío estaban llenas, eso sí, todos tenían su correspondiente manta.
Desde aquí y para acabar el día nos fuimos al barrio de Christianshavn, donde está la conocida zona de Cristiania, aunque esto lo dejamos para el siguiente. Nos dimos una vuelta y en cuanto anocheció nos fuimos para el hotel.
Puente en el centro
Como ya hemos comentado, Copenhague, no era una ciudad demasiado grande, así que aparte de ver sitios nuevos, incluso nos dio tiempo de volver a recorrer alguna de las zonas que más nos gustaron.
De todas formas para no alargarnos, solo comentaremos las nuevas visitas.
En nuestro último día no tuvimos tanta suerte como en los días anteriores, ya que aunque hacia un frió parecido, casi durante todo el día nos acompañó la lluvia.
Lo primero que vimos fue el castillo de Christianborg, aunque solo por fuera, ya que actualmente es la sede del gobierno danés.
Palacio Real Christiansborg
Tras un paseíllo entre los edificios que componían las sedes de las autoridades, nos fuimos hacia Christianshavn, con la idea de ver Christiania.
Christiania es una especie de barrio alternativo dentro de la misma ciudad, que ocupa el lugar de una antigua base militar. Nuestra idea era atravesarlo para ver un poco más de cerca la manera de vivir de sus curiosos habitantes, aunque una vez llegamos a la entrada como quien dice, no nos dio buena espina y desechamos la idea. De hecho muchas de las opiniones respecto de esta zona no son demasiado buenas.
Christiania
A la vuelta del barrio atravesamos un puente desde el que se podía ver uno de los últimos y más curiosos edificios de la ciudad, el diamante negro, que alberga una parte de la biblioteca nacional
El Diamante Negro (Biblioteca)
Bonita vista desde uno de los numerosos puentes
Desde aquí nos fuimos hacia la zona del jardín botánico, el cual estaba en un bonito parque donde dimos un buen paseo, la curiosidad es que todas las plantas del jardín estaban identificadas con una placa donde se podía ver, nombre, origen etc, la duda que nos entro, es que si el jardín estuviese en España seguiría todo en su sitio, nos tememos que no.
Jardín Botánico
De camino hacia el palacio de Amalienborg, nos encontramos con la guardia real que se dirigía a hacer el cambio de guardia, así que decidimos seguirla y una vez en el palacio lo pudimos ver. No estuvo nada mal, aunque un poco larga para nuestro gusto.
La última parte del día la reservamos para visitar la fábrica de cervezas Calsberg. En un principio puede parecer que la entrada es algo cara, aunque al final merece la pena. Aquí puedes ver desde la mayor colección de botellines de cerveza de distintos tipos. del mundo, el proceso de producción, hasta ver los enormes caballos que antiguamente utilizaban para repartir la cerveza.
Por último, comentar que el precio de la entrada incluye dos cervezas del tipo que quieras dentro de la gama que ofrecen para tomártelas en el bar que es donde acababa la visita.
Entrada a la fábrica Carlsberg
Colección de Cervezas
Antiguo carro de reparto
Por último, comentar que el precio de la entrada incluye dos cervezas del tipo que quieras dentro de la gama que ofrecen para tomártelas en el bar que es donde acababa la visita.
Para ir terminando visitamos exteriormente el castillo de Frederiksberg y sus jardines, pasamos por delante del zoo y de camino al hotel pudimos ver el edificio del planetario.
El Castillo de Frederiksberg
El Zoo